Parchando nuestro cerebro cavernícola para hacer política
Decenas de miles de años atrás, los seres humanos se vieron enfrentados a la necesidad de contar grupos de objetos y/o medir cosas. Era importante poder distinguir entre un par de grupos de objetos cuál tenía mayor cantidad, los humanos de la época usaron distintos métodos como cuentas o muescas grabadas en huesos cuyos rastros más antiguos se remontan a más de 30.000 años (Según Wikipedia). Este invento, aparentemente trivial, tiene una característica muy particular. En vez de ser una herramienta para hacer algo que nuestro cuerpo no puede hacer físicamente (como una piedra o un palo), es una herramienta para hacer algo que nuestra mente no puede hacer, para superar las limitaciones de nuestra mente.
Para que dos o más seres humanos puedan colaborar eficazmente, trabajando en conjunto por un objetivo común en vez de pelearse e intentar robarse unos a otros, es necesario que exista confianza entre los individuos. Afortunadamente (al menos en ese tiempo) el homo sapiens evolucionó una excelente capacidad para almacenar información y para el chisme, cuya función es precisamente llevar registro de los individuos de una tribu pequeña para saber en quién se puede confiar y cuánto se puede confiar en cada uno de los otros individuos.
Se estima que biológicamente el ser humano es capaz de rastrear alrededor de 150 individuos en su memoria, lo cual de alguna manera impone un límite al número máximo de seres humanos que pueden colaborar de manera estable a través del tiempo. (Libro Sapiens de Yuval Noah Harari, capítulo El Árbol del Conocimiento).
Naturalmente, si queremos colaborar en grupos más grandes necesitamos otro tipo de herramientas que nos permitan hacer lo que nuestras mentes no son capaces de hacer. La invención de la representación numérica y la escritura permitió regular las transacciones (colaboración) entre individuos que no se conocen a través de registros de qué le pertenece a quién y cosas así.
Creo que es razonable pensar que nadie diría hoy que las matemáticas son una ideología, que tienen alguna intención en particular o que buscan perjudicar a alguien. Son simplemente una herramienta, un mecanismo, una muleta para nuestros cerebros limitados, que nos ayuda a procesar información que de otro modo no podríamos procesar. El resultado del procesamiento siempre es susceptible a los sesgos de quien lo ejecuta, pero la herramienta es sólo eso, una herramienta.
En el año 2020 estamos viviendo tiempos caóticos, no parece haber certeza de nada, inestabilidad climática, de salud y política aflora en todo el mundo. Acá creo importante destacar que la inestabilidad climática y de salud de alguna manera también está relacionada con la inestabilidad política y con cómo estamos dirigiendo nuestra civilización. Esto respecto a la humanidad como un todo y también dentro de cada país o unidad territorial.
El sistema sociopolítico que hemos construido durante el último tiempo está mostrando sus límites y nos estamos enfrentando a problemas que el actual sistema no parece ser capaz de abordar eficazmente. En otras palabras, nuestras actuales herramientas, si bien nos permitieron comenzar a colaborar a escala global, no son suficientes para una colaboración a escala global eficaz y sobretodo estable en el tiempo.
¿Y cuál es el problema?
Cuando uno crece dentro de un paradigma es difícil poder mirarlo en perspectiva y ser certeros en una evaluación sin sesgos. Pero eso no significa que uno no tenga sospechas a nivel personal que puedan eventualmente ayudar a que el colectivo encuentre la real causa.
Unos días atrás se votó la idea de legislar respecto al retiro de emergencia del 10% de los ahorros previsionales desde las AFP. Existe actualmente gran discusión y debate respecto a ese tema en el país, pero no tengo la más mínima intención de entrar en ese debate porque por un lado no dispongo de la información necesaria para tener una opinión, pero más importante, la forma en que se discute me desgasta, no creo que se esté abordando el problema de una manera constructiva por casi nadie.
Sin embargo, pongo ese episodio de ejemplo porque este artículo fue motivado por imágenes que vi de la aprobación del proyecto en la Cámara de Diputados, con gente levantando brazos, gritando y celebrando, haciendo gritos y una gran fiesta en general. Después vi lo que pasó en el gobierno, que en este caso sufrió una dura derrota política. Sucedieron reuniones de emergencia, declaraciones y hasta búsqueda de responsables por haber perdido.
Todo esto sugiere que los individuos que toman decisiones en el país están usando los circuitos del chisme para atacar al oponente y fundamentar sus posturas, así como la lógica de tribus para racionalizar argumentos que parecen incluso ir en conflicto con los ideales ideológicos en ambos sectores. Estos mecanismos evolucionaron para una tribu de 150 individuos, pero ahora que somos 8 mil millones, están demostrando de manera cada vez más evidente lo inadecuados que son para lidiar con los problemas actuales.
Acá tenemos grupos de personas cuyo objetivo es luchar en contra de un enemigo e imponer su propuesta, en vez de grupos de personas que asumen un objetivo en común, pero que difieren en su visión de cómo se debe conseguir ese objetivo y por tanto deben trabajar en conjunto para determinar qué aspectos de su propuesta son adecuados y cuáles no para conseguir una solución óptima.
Este ejemplo particular muestra una situación que no se limita a Chile, es cosa de ver las noticias internacionales y ver lo que está pasando en USA y otros lugares. A esto se suma la radicalización de la población gracias al hackeo de nuestros circuitos naturales de chisme por parte de las redes sociales con el objetivo captar nuestra atención y ofrecernos más anuncios, facilitando así de forma desproporcionada la influencia de individuos con ideas patológicas como efecto colateral de su modelo de negocios.
¿Qué podemos hacer?
Bueno, necesitamos una herramienta nueva para superar las limitaciones de nuestro cerebro, programado para colaborar en grupos de menos de 150 personas que aún no han sido superadas por las herramientas actuales. Eso debe partir con el reconocimiento de esta limitación y la generación de reglas, ojalá codificadas de forma sencilla que nos permita abordar los aspectos más importantes con la ayuda de un mecanismo de autocorrección de nuestros sesgos y pasiones. Así como el método científico es un lazo de realimentación que busca corregir los sesgos de los individuos que hacen ciencia.
Quien piense que tiene la receta y con eso arreglamos el mundo es un iluso. Estos sistemas surgen y se pulen de manera iterativa, o quizás más preciso, evolutiva. Los problemas que vemos hoy en el mundo son producto de que las instituciones y estructuras sociales evolucionaron bajo las reglas actuales para optimizar ciertos parámetros, lo cual con el tiempo inevitablemente fue capaz de encontrar las imperfecciones y explotarlas al punto en que ya no parece ser sustentable en el tiempo, al menos no en la forma actual.
Entonces, tenemos que buscar soluciones al problema de nuestra limitación mental primero. No sacamos nada con discutir políticas públicas sin antes haber sorteado ese obstáculo, por eso propongo que se debe buscar un mecanismo, una ciencia, una herramienta para ayudar al análisis y como consecuencia podremos recién empezar a discutir políticas públicas nacionales e internacionales de manera más productiva.
Ideas locas para el cierre
Finalmente, para cerrar este artículo mencionaré algunas ideas locas que se me vienen a la mente que pueden o no ser pertinentes, pero podrían eventualmente considerarse en algún punto de la construcción de esta nueva herramienta que obviamente escapa a mi capacidad de articulación.
De hecho, creo que más que un objetivo, reglas como las que pongo a continuación debiesen más o menos ser consecuencia natural de la herramienta que necesitamos desarrollar y que aún desconocemos.
- Abolir el concepto de oposición. Debería ser más bien gobierno y asistentes y/o colaboradores. Oposición toca el nervio tribal y nos predispone inconscientemente a la confrontación.
- Prohibir la propaganda política en todas sus formas, lo cual no significa limitar la libertad de expresión. Lo que se prohíben son las consignas, afiches y artilugios habituales de la propaganda. Nadie debe levantar los brazos y gritar un nombre o una consigna, eso nuevamente activa los circuitos de tribu y nubla el juicio.
- La prohibición de propaganda implica además la prohibición de difundir material con una única visión. Esto tiene un costo grande, es más difícil transmitir tu mensaje cuando tienes a alguien frente a ti con una opinión diferente, es claramente incómodo y subóptimo para comunicar tu punto de vista, pero la alternativa es dejar espacio a monólogos apasionados que hagan crecer los sesgos en la población, predisponiéndola a enfrentar con desproporcionado escepticismo la visión divergente.
- Ampliar espacios de discusión con formatos de conversación largo. El surgimiento de los podcast como medio popular de entretenimiento demuestra que es mentira la creencia de que el ser humano tiene poca capacidad de seguir conversaciones complejas.
Bajo este paradigma, un programa informativo podría ser algo así:
Un individuo (probablemente periodista) haría de moderador y se daría la discusión entre 2 o 4 personas (no más), cuidando igualdad de número en posturas que parecen estar contrapuestas.
El programa se rige por las siguientes reglas:
- Los entrevistados no pueden hablar entre sí, los mensajes deben pasar a través del moderador. Esto consigue varias cosas:
- Los entrevistados no pueden interrumpirse y ponerse a pelear.
- El moderador ayudará a asegurarse que el punto en particular sea comprendido y reconocido por ambas partes.
- El moderador tiene la responsabilidad de resumir lo que entendió del entrevistado y ganar su aprobación de que entendió bien el punto antes de preguntar a la otra persona.
- El moderador tiene la responsabilidad de sintetizar los puntos relevantes de forma balanceada (aprobada por todos los entrevistados) considerando aspectos como:
- Cuál es el objetivo primario de lo que se discute (debe ser acordado y aprobado por todos los entrevistados antes de pasar a lo siguiente)
- Quienes son los incumbentes
- Cómo pretende la política en discusión conseguir el objetivo acordado
- A quién beneficia o perjudica tal política
- Cuánto beneficia o perjudica tal política
- Cómo se evalúa el éxito o fracaso de tal política
- Será común que entrevistado A haga una afirmación aparentemente contraria a lo que cree entrevistado B. Ante esa situación el moderador debe preguntar a B si es cierto, lo cual debe ser respondido en 2 partes:
- Técnicamente cierto o falso: Por ejemplo, encender una luz eléctrica genera un campo eléctrico que eventualmente interactúa con el campo magnético de la tierra y por tanto altera la trayectoria del viento solar.
- Qué tan relevante es: Si bien la perturbación es real, es demasiado pequeña para causar una perturbación significativa al viento solar alrededor de la tierra.
- Los entrevistados intentarán empujar las reglas, ante cualquier desviación del tema, cualquier entrevistado puede protestar y el moderador decidirá si dar tarjeta amarilla al infractor. Con dos tarjetas amarillas, independiente de quién las haya producido, se termina la conversación por falta de capacidad de avanzar.