Crisis en el sur y en nuestra sociedad
Cuando fue el paro de Brinks, tuvimos días y días de noticias respecto a los problemas que tenía la gente porque no había dinero en los cajeros automáticos, esa era la preocupación nacional. Recuerdo que cada vez que hablaban del problema me preguntaba: ¿Por qué están en paro? ¿Qué reclaman los trabajadores? Pero poco y nada se dijo en los medios. Todo era respecto a que no había plata en los cajeros.
Ahora tenemos un gravísimo desastre medioambiental en el sur, el daño ya está hecho y hay que adaptarse, buscar maneras de seguir adelante y, por supuesto, hacer lo necesario para evitar que suceda de nuevo. Ya que por lo que leo en la prensa, aparentemente es un hecho que el fenómeno fue gatillado por el tema de los salmones vertidos al mar (Corríjame si me equivoco).
Pero no! Lo que veo es gente pidiendo plata, bonos, negociaciones con el gobierno por plata, dirigentes queriendo ir a La Moneda y Lo Monedo (lo siento, tenía que decirlo)… ¿Para qué? ¿Qué tiene que ver la plata con su problema? Seguir ese camino es dejar el curso de acción clarísimo para las autoridades: Dejarlos contentos con plata inmediata para que no molesten y no preocuparse por solucionar nada. Más aún, ese afán por el famoso bono podría interpretarse como el uso del desastre natural como la oportunidad perfecta para pedir dinero gratis.
Sí, sí, entiendo, no me malinterprete. No creo que esa sea la intención de fondo, pero sí es el resultado del análisis simplista de la situación. Es verdad, sin poder trabajar esa gente no tiene fuente de ingresos y es una situación de emergencia. Pero ¿Qué pasa si el daño es irreparable? ¿Vamos a dar bonos indefinidamente?
Y vuelvo a preguntar lo mismo: ¿Cómo solucionamos el problema? ¿Qué hacemos ahora que tenemos esta situación? ¿Cómo nos adaptamos a la nueva realidad por complicada que sea? No veo información al respecto.
Mi conflicto es que tenemos toda una conmoción nacional por este problema, quejas y protestas. Pero ya está, no hay vuelta atrás, nadie va a hacer desaparecer la marea roja con una negociación. Hay que pensar en qué hacer ahora, ocuparse de ello.
Puede que los famosos bonos sean efectivamente la mejor manera de enfrentar la crisis inmediata, pero no entiendo la manía de enfocarse sólo en eso en vez del problema en sí mismo. Tampoco veo la necesidad de pelear, bloquear accesos y perturbar el orden público.
Esto último, muestra uno de los síntomas de nuestra enferma sociedad. Chile está enfermo, los desastres deberían unirnos, reafirmar nuestro sentido de comunidad, apoyarnos unos a otros. Pero desde un tiempo a esta parte nos dedicamos a apuntar con el dedo, a echar la culpa, a pedir que nos solucionen los problemas, a pelear con cualquiera que se interponga en lo que es de nuestro interés personal. ¿Será que nos pondremos a cortar calles y tirar piedras para el próximo terremoto?
El otro síntoma es que todo gira en torno al dinero. Los bonos, la gratuidad en la educación, la reforma tributaria, etc. Y no me malinterprete, no soy tan idiota para creer que el dinero es el malvado (Maldito Capitalismo!!!). El problema es de educación, es cultural, pero sobretodo educación.
Y no me refiero a forzar a los niños a leer 500 palabras por minuto o resolver integrales en primero medio. Me refiero a que no estamos desarrollando la capacidad cognitiva necesaria para enfrentar la vida. Todo se ha vuelto demasiado sencillo, nos acostumbramos a no pensar.
Es cosa de ver cómo enfrentan los medios la entrega de conocimientos. ¿Se ha fijado que, sin importar el tópico, a la hora de entregar algún conocimiento en televisión en alguna parte alguien dice «en términos simples», «en fácil», «para que se entienda» o un equivalente? Y muchas veces como advertencia: «Les vamos a explicar esto, pero en términos muy muy sencillos». ¿Por qué tenemos que simplificar las cosas para la gente? ¿Por qué suponemos de antemano que no entenderán?
¿Por caminos sinuosos? ¿Fuera del recipiente? Más o menos, pero no tanto. Porque esa falta de capacidad cognitiva y la urgencia por simplificar todo ha hecho que muchísima gente tenga como única métrica para todo el dinero.
Más dinero para mí, mejor. Menos dinero para mí, peor. Gasto más, peor. Gasto menos, mejor. Tengo más, mejor. Tengo menos, peor.
Y hemos sobresimplificado la complejidad de la vida en una única dimensión, no hay más!
Claro! Con esa métrica es obvio que la gente querrá dinero a cambio y se molestará profundamente si no se lo dan. Con esa métrica es lógico que a nadie le importe qué le pasaba a los trabajadores de Brinks. Con esa métrica es lógico que la solución al problema de la educación es la gratuidad.
Con esa única métrica es lógico que jamás tendremos una sociedad justa, porque nadie pagará a un empleado lo razonable para que esté tranquilo y le pueda dedicar sus energías al trabajo como corresponde.
Con esa única métrica es lógico que todo se seguirá haciendo a medias, porque nadie aceptará el costo de hacer las cosas bien. Sin embargo, todos querrán que se hagan bien.
Y con esto quiero dejar en claro lo transversal de mi afirmación. Nos agarramos las mechas con el odio social, haciendo fiesta cuando insultan a Luksic o a algún poderoso. Pero al final del día, dudo que los valores y la integridad del chileno promedio sea diferente a esa gente que tiene poder e influencia, que evade impuestos, que abusa de clientes y empleados.
¿Ha tratado de entrar a la autopista cuando hay taco? ¿Cómo fue su experiencia la última vez que tuvo problemas con su celular? ¿Ha intentado bajar/subir en estación Los Héroes a las 7 de la tarde?
Esa gente desagradable que se topa en el día a día se queja igual que usted de los poderosos y ahí anda haciendo de las suyas en la medida de lo posible. No hay sentido de comunidad, no nos reconocemos como pares, no nos reconocemos como seres humanos.
En fin, ahora sí me salí del recipiente. Buenas noches!